lunes, 5 de abril de 2010

Considerando el término lugar como aquel donde se realizan las prácticas socioespaciales, o siguiendo a Marc Augé, como algo que alberga identidades, expresa relaciones y transmite historia (Augé 2004: 131), el espacio cinegético analizado habría que considerarlo como aquel en el que las relaciones masculinas y su expresividad están permanentemente presentes codificados en el lenguaje, así como en los actos y símbolos. La fuerza física, la violencia, la muerte violenta, la sangre, son construcciones culturales asimiladas al varón, desde un prisma contextual. Por otra parte, el prestigio asociado a las prácticas cinegéticas, dependiendo de su ubicación cultural . Los grandes guerreros y grandes cazadores han tenido en muchas culturas un estatus social destacado, por encima no ya de las mujeres sino también de los propios hombres. En el caso occidental, y en la práctica actual, puede quedar un lejano eco de esto: es decir, la caza no es más que un vehículo de comunicación de relaciones de poder, social, político y económico, donde participan tanto varones como mujeres, comprendiendo la predominancia de los primeros en relación con todo lo dicho anteriormente y por la estratificación sexual del trabajo y del poder en las sociedades occidentales.
De caza y cazadores. Roberto Sánchez Garrido.
Gazeta de antropología.